Fariseísmo político
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Manuel Bengolea
A nadie dejó indiferente el informe de El Mercurio que afirmaba que las platas provenientes del alza de impuestos, destinados a la reforma educacional, no alcanzaban, y causó alarma la cuantía estimada del déficit, que según dicho medio podría fluctuar entre US$ 600 y US$ 1.100 millones. Sin embargo, las declaraciones de parlamentarios oficialistas respecto de esta carencia de recursos, reconociendo la existencia del problema y prescindiendo de su solución, me dejaron perplejo y preocupado. Otro ejemplo del "fariseísmo político", que reconoce el problema, pero no hace lo que se debe para solucionarlo, porque resulta impopular. Es así, como hoy nos encontramos en la peor crisis desde el fin de la dictadura, porque no hemos sabido enfrentar debidamente nuestros problemas, y los negamos como mecanismo de defensa. Los políticos, con la manida frase de que los derechos ciudadanos son casi universales, y los ciudadanos que los votan, a la espera de la prebenda, y los que no los votan, con la excusa de que nada cambia, tienen convertido a este país en una vergüenza.
Pareciera que los políticos perdieron la seriedad, porque ésta no capta votos, al igual que los ciudadanos, al comprar la ilusión de que el Estado tiene el deber de dispensar una serie de regalías. Muchos privilegios, que generaciones anteriores se deslomaban para ganar. Fácil es vender eslóganes con lo que merecemos tales como la educación universitaria gratuita y de calidad, jubilación digna, salud sin costo, etc... Y en esto de ofrecer derechos al electorado, nadie se detuvo a mencionar cuáles eran los deberes adjuntos, y en esta carrera por acceder, o mantener, el poder político, la utilización de medios lícitos para conseguirlo se diluyó en una maraña de intereses donde el elector se transformó en el mecanismo y no en el objetivo.
Lo que se requiere para solucionar este grave problema de legitimidad que nos afecta, no es un mea culpa de la clase política, ni de los que los financiaban irregularmente, ni de algún iluminado. Lo que se necesita es que como ciudadanos, de una vez por todas dejemos de ver al Estado como agente proveedor de soluciones a nuestros problemas, y entendamos que éstos son nuestra responsabilidad también. Debemos entender, de una vez por todas, que nuestra realidad depende de nosotros y no del auxilio de otros, y que si queremos progresar como sociedad debemos partir por elevar nuestros estándares de honestidad (no comprar películas piratas, no bajar música gratis, no colarse en la micro, no a los regalos electorales, etc.), para posteriormente exigir lo mismo a quienes nos representarán.
Desde el punto de vista de nuestros políticos, a lo mejor, una buena forma de partir, sería sincerando el problema de la reforma educacional. Esto es, si hay más gastos que enfrentar, la forma de solucionarlo sería reduciendo otros, o trabajar más para generar ingresos extras el Fisco, o una mezcla de ambos. Súper básica la formula, y no necesita de conocimientos específicos para entenderla, ni que algún político interesado en sus votos le explique la forma de eludirla. Por lo tanto, si falta dinero para entregar educación universitaria gratuita y de calidad para todos, la solución es simple, los más pobres la tienen y los más ricos la pagan no más.